Pablo Nicolás Morán era su nombre completo. Hijo de Susana Cenzano y Rodolfo Morán, -dos grandes militantes- nació en Córdoba el 16 de noviembre de 1972. Fue también el hermano mayor de sus dos hermanas, Irina y Mariana.
Pablo ingresó a la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano en 1984: el primer año de la recuperación de la democracia. Un hecho que no sólo lo marcó sino que Pablo defendió siempre, convencido de que la política era la herramienta colectiva para construir una sociedad más justa.
Desde los primeros años, fue delegado de su curso y participó en las áreas gremiales del Centro de Estudiantes del cole. Además, a partir de cuarto año se metió de lleno en el Grupo Juvenil. Integrante de una promoción muy transgresora, Pablo se destacaba no sólo por ser buen alumno, sino por su sentido de la justicia, por sus rebeldías, su gran compañerismo, su sentido del humor  y esa capacidad inagotable en el uso de la retórica. Era complejo salir ileso de alguna discusión con Morán Pablo.
Delia Ferreyra fue la directora que, por aquellos años, timoneaba a las promociones de los alumnos que en democracia vivíamos con fervor todas las libertades y los espacios de participación que se creaban o se volvían a respirar en el cole. Las Olimpiadas, el Centro de Estudiantes, el Grupo Juvenil, La revista Submarino, El Belgrano Rock, el Poliarte.
Pablo egresó de la escuela en 1991. Orgulloso de su formación tan dialéctica como marxista, el neoliberalismo de los ´90 lo ubicaron de lleno en el terreno de la militancia. Estudió un año la carrera de abogacía y tres años en la Escuela Ciencias de la Información de la UNC.
Cuando el domingo, 7 de febrero del 2016, se conoció la noticia de su fallecimiento  -repentino, accidental y tan brusco para todos-, el director de la Escuela, Francisco Ferreyra, fue unos de los primeros en recordarlo de manera pública en las redes: “Como buen egresado del Belgrano, Pablo era de discutir con el que se le ponía sobre la escuela. Al menos así nos conocimos. El ingreso, las políticas de inclusión de la universidad. Por enero, nos cruzamos en el chat y hablamos de la necesidad de abrir la escuela, le conté lo que estábamos haciendo. Nos dijimos, la próxima vez que vaya a Córdoba nos mateamos charlando. Lo leí recordando a la vieja”.
(Para Pablo su querida directora, la gran Delia Ferreyra).
Su historia personal y la crisis del 2001 lo llevaron a formarse dentro del oficio de carpintero y a vivir fuera de Córdoba. Primero en Viedma y más tarde en Virrey del Pino, La Matanza, Buenos Aires.
Con su última compañera, su querida esposa Valeria Manzotti, armaron una gran familia ensamblada. Sus hijos: Violeta, Fermín, Jazmín y Guadalupe son el ramillete vivo de todas sus apuestas. De toda su esperanza.
(…)
Hoy, siendo una de sus hermanas – egresada y trabajadora del cole – es muy complejo escribir estas letras. Pero también ahora, con la tristeza a flor de piel y el dolor de su ausencia física, Pablo Morán, como tantos integrantes de la comunidad de la Escuela, nos iluminan con el brillo de toda su impronta. Con apenas 43 años, se nos fue un querido egresado del cole. Un hijo, un hermano, un amigo, un compañero, un militante, hombre enorme. De esos capaces de marcar a todos los que tuvimos el privilegio de conocerlo y amarlo en vida.

¡Hasta la victoria siempre Pablo!

* Por Irina Morán.