El jueves 14 de octubre se realizó la presentación de El Submarino histórico. A 30 años del primer número, volvió a reunirse en la Escuela parte del Staff que puso a flote la revista por primera vez en 1992. Por la mañana, la edición especial de la revista producida por Editorial Pueblo de la Toma se presentó ante toda la comunidad escolar.

«Desde la Editorial Pueblo de la Toma creemos que la palabra tiene valor y que los estudiantes deben tener una voz dentro de la institución», expresó Enrique Baravalle, responsable de la Editorial. Por su parte, Sebastián «El Gringo» Ramia, responsable de la edición y «submarinólogo» destacó que se intentó intervenir lo menos posible en la edición, respetar la esencia de la revista, la estética relacionada al Fanzine y los textos originales de quienes participaron del proyecto durante los últimos 30 años. «Que lo que hable, la esencia del libro, fuera el propio Submarino».

Saliendo a flote, 30 años después

«La Sala de Profesores no era un espacio de los pibes y las pibas, lo tomamos», recordó Federico Daín en relación al espacio que usaron como sala de redacción. «Nunca nos propusimos trascender y eso nos llevó a meter la energía en lo que estábamos haciendo, nunca nos propusimos hacer tres números, ni hacer una revista, salió», aclaró el ex Submarino.

 

«En mayo (de 1992) empezamos a dar vueltas con la idea y en agosto sacamos el primer número», recordó y remarcó: «pensando en los pibes y las pibas hoy, tampoco queríamos hacer lo que nos decían que teníamos que hacer». «La llamada histórica de nuestra generación era la participación política, es lo que se esperaba de nosotros post dictadura y no hicimos un centro de estudiantes, hicimos una revista», agregó Daín.

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Presentación de la edición histórica a la comunidad ESCMB.

«Cuando entramos en el ’85 acá sí había un centro de estudiantes, acá sí había una revista (Náufragos y Sobrevivientes), se hacía todos los años el Poliarte, (…) cuando llegamos al último año, no había más nada», contextualizó Baldovin.

 

Editorial de El Submarino (1992)

 

Entre las anécdotas, los recuerdos de las reuniones de edición en Sala de Profesores, la referencia al contexto cultural y político de la década de los noventa y los debates al interior del Staff, Alejandra Baldovin se dirigió a las nuevas generaciones de estudiantes: «Yo sé que ustedes (los más jóvenes) dan por sentado que hay un montón de cosas que funcionan y son obvias (el CEMB, el PoliArte, etc), pero no, nunca crean eso».

«Celebramos este espacio que le da valor a la palabra, siempre desde los estudiantes y este impulso que está bueno recuperar», manifestó Simón Bilbao, secretario de Cultura del Centro de Estudiantes Manuel Belgrano. «Creo que está bueno poder conectar la energía y el compromiso en buscar esos espacios de encuentro, de intercambio entre toda la comunidad que hace al Belgrano, y abriéndolo siempre», remarcó.

«Nos propusimos hacer un puente entre la generación que impulsó la revista y los chicos que pueden tomar de nuevo el timón», agregó Baravalle.

Integrantes de las distintas generaciones de El Submarino reunidos/as en Sala de Profesores, la primera Sala de Redacción de la revista estudiantil.

 

Compartimos una crónica sobre la historia de esta edición especial: 

La Historia de El Submarino es también la historia de la Escuela. En sus páginas se fue(ron) (re)construyendo esa(s) historia(s) paralela(s). Si pasas las yemas de los dedos por sus páginas podés sentir, también, algo de la rugosidad del cemento de la Mole. Basta con cerrar los ojos, abrir la mirada de las manos y ya estás ahí, en 1992, en esas primeras reuniones de pibes y pibas que querían “hacer algo”. Charlan, piensan, planifican, traen con ellos una herencia de Náufragos y Sobrevivientes. Pasan 12 horas en la sala de profesores, la hacen suya, recortan pedacitos de palabras, las pegan, las acomodan, hacen un collage, una revista. Si hacés un esfuercito más ya estás en la 15 y ½, instalando un entrepiso para poder guardar cosas. No es ni siquiera un aula, es nada, un pasillo pero ahí caben un montón de sueños. ¿Sentís el olor del cloro de la pileta? ¿Sentís la música de los sapos en esos años de abandono? ¿Sentís el griterío de la pibada chapoteando cuando estaba habilitada? Mirá, ahí donde no hay nada, antes había una fuente. Y la rampa, que tiene en su haber más de mil rodillas raspadas, antes se usaba de tobogán. Las palomas te miran, te cagan y cantan “uh, uh, uh” todo el día. Te quedás a dormir en la Escuela, sí, así como leés, te quedás a dormir ahí porque casi pasaste de largo para poder terminar la edición y mandar ese enchastre a Imprenta y un poco también porque te gusta tu compañero/a con el/la que estás compartiendo ese sueño de ojos abiertos. En algún momento le ponen un ojo de buey a la puerta para que los que mandan puedan espiar y ver de qué se trata todo eso. ¿Cómo pueden entrar tantos corazones en un espacio tan chico? Compartís un mate en el que los palitos bailan hace rato, una laguna algo verde y ya casi sin sabor, tibia pero que se vuelve calor cuando entra a tu cuerpo. Te mudás a la 33 y ½, y todo es más o menos igual: espacio diminuto, ganas gigantes. Escribís un texto rabioso y decís “a nosotros nos parece que cada página cuenta una historia, en voz alta y a veces a los gritos nos dice cosas que por supuesto no todo el mundo puede oír”. Después egresás, tu cuerpo se va pero queda el alma y vienen los que siguen y sacan una vez y otra y otra y otra y otra vez más al Submarino del fondo del mar.